Tuesday, December 11, 2012

UN CUENTO BRUJO



Marilyn me ha sugerido que introduzca  en el blog , como entrada principal, un  “cuento brujo” que pertenece a la próxima edición del libro “Caminando desde otra realidad”. En principio dudé un poco ¡mucho diría yo! Ingenuamente pensé que rompería los moldes del blog  que versa sobre To-De y así se lo comenté. No obstante le pedí que me mostrase el cuento que había elegido, porque en el libro hay muchos. Cuando lo leí  entendí que mi duda inicial podía deberse, sin duda, a que  se apoderaba de mí una cierta linealidad del pensamiento y curiosamente, entre otras cosas,   de eso se habla en el cuento. Me reí mucho con  algunas ocurrencias del cuento, pero a la vez se apoderó de mí una sensación de nostalgia  que no podría describir con palabras. No sé de donde procedía  o si  de algún modo algo estaba calándome pero intuí  que aquello era mucho más que un cuento. Os diré que el libro trata de una serie de enseñanzas energéticas  y que para entender la totalidad de los cuentos  es conveniente leerlos todos. 
También hablé con otra de las chicas “La mujer del Sueño” porque así prefiere que la llame. Ella lleva mucho tiempo practicando To-De y su opinión me importa mucho. Le pregunté si eso encajaba en la línea del To-De. Su respuesta fue  contundente y emitida con una claridad aplastante: “Todo es To-De”. Por eso he ilustrado la entrada con una antigua foto de Okinawa ¡Como si ellos nos relatasen la historia!
To-De “La Mano del Infinito”,  además de su esencia propia, es todo aquello que puede abrirnos en canal para despertar  e impedir que la magia abandone a los hombres para que de esta manera puedan seguir soñando...
Aquí os dejo el cuento como un bello regalo de Navidad esperando que,  a pesar de todo, también brote en vosotros la chispa de  la ilusión. La ilusión es como un pájaro y un buen día se va;  pero como los pájaros vuelan ,  cuando menos se espera, puede de nuevo regresar  ¡Feliz Navidad! y Buen Año 2013.



LA CONFIRMACIÓN


Después de muchas pláticas con mi benefactor  supe que todas las cosas mantienen  algún tipo de energía, bien por sí solas  o por lo que han absorbido en su seno. Los brujos mantienen que  las piedras, y los edificios antiguos,  encierran una especie de halo misterioso que los dota de capacidades muy extrañas. Dicen, entre otras cosas, que pueden afectar  a la misma piedra y a quien se aviene a tocarlas. Es como si tuviesen  dentro algún tipo de memoria  que puede, de algún modo, pringar a quien la toca.
De súbito  imaginé que tal aseveración  en un ser vivo podría resultar mucho más fiera. Entendí entonces la razón por la cual los hombres de poder no se dejan tocar por cualquiera. Según las explicaciones de mi benefactor  las manos de un tipo  guardan recuerdos  de aquellos a quienes han tocado con anterioridad; y eso, sin duda,  se pude transmitir.  Lo que los brujos consideran tenebroso, y eso los inquieta, es que esas mismas manos pueden absorber  energía para  seguir manteniendo  vivos los recuerdos.
Los tactos  o rastreos que llaman  los hombres de poder   son más intensos cuanto más húmedos  se tornan. Yo no acababa de entender aquello  y reclamé una explicación.
 Mi benefactor, solícito, me lo aclaró: si un hombre de poder no se deja tocar, mucho menos consentirá dejarse besar. Mi confusión inicial me hizo pensar sobre muchos de los relatos que había escuchado de su boca; entendí entonces, sin demasiada dificultad lo negativo de ciertas prácticas. No se trataba de menospreciar   el poder del arrastre  y atracción que  podían provocar en el individuo  que abandonaba el cuerpo, bien definitivamente o temporalmente como en el ensueño.
Un brujo jamás pisa una cagada, me aseveró. Lo que sale del culo debe morir en la tierra y no volver al  ser -  dijo con una seriedad rota al agacharse y mostrarme el culo, a toda vez que estallaba en fuertes carcajadas.
Ya recompuesto y retomando su tono solemne  me explicó como Don Germán había visto muy cerca de aquí, en un paraje  oculto,  como el diablo atrapaba  a las pobres desgraciadas que, equivocadamente, pensaban  convertirse en brujas. Lo que, sin duda conseguirían, pasaba por un devenir  pleno de desgracias  y esclavitud.  A mí me parecía todo aquello muy   interesante por lo que  callé y seguí escuchando con   atención.
Los diablos, me dijo, se apoderan de los seres humanos  y los inducen a tomar falsas hierbas  de poder. A otros les aseguran que  tomen  honguitos  pero sin saludarlos, ni hacerse amigo de ellos;  y en  esas  las cosas se tuercen.
Las pobres desgraciadas  que lo intentaban, y obraban con equívocos, se sentían atraídas por el culo del  diablo   y más de una se lo chupaba.  Chupar el culo a un  tipo es convertirse en  esclava de un diablo- prosiguió Don Germán, con voz solemne, fingiéndose importante.
 Don  Germán relataba que los diablos tenían aspecto normal y que las aspirantes a brujas,  excitadas por el honguito, le  chupaban el culo llenas de placer. Luego ya, no más, el diablo las poseía y culminaba su faena.
Desde luego que aquello me había parecido instructivo, pero entendí que una vez  pasase el tiempo el diablo se olvidaría del asunto,  y así se lo hice saber a mi benefactor.
No es cosa fácil  me aseveró con  gesto circunspecto. El diablo posee su mundo y captura a sus víctimas en  este para apoderarse de su energía. Posee la capacidad de trasladarse de tipo en tipo, de tal modo que siempre persigue a su víctima  para  asegurarse bien su presa.  Deduje entonces,  y así se lo hice saber, que  como las personas cambian    la desdichada   desconoce que siempre se encuentra atrapada por el mismo diablo.
Así es- respondió mi benefactor.  Hace falta ser muy sobrio para darse cuenta de  encontrarse en esa situación. El diablo suele comerse los sesos de su presa,  y lo hace dejando descubiertos y olvidos. De ese modo su víctima  no tiene capacidad para darse cuenta. Pero el diablo  es poderoso  y para asegurarse de que su víctima no se olvide de él  busca su  confirmación.
Hasta ese momento  conseguía entender  todo su discurso  pero  a pesar de despojarme de todo racionamiento no entendía eso de la confirmación. No tuve reparos en  confesarlo,   incluso a pesar de que  mi benefactor me tomase por  un papanatas.
Lejos de hacerlo  se mostró comprensivo ante mi afán por aprender  y  se dispuso  a explicármelo, de la mejor manera que supo,  ofreciéndome una nueva enseñanza que  no olvidaría jamás.
Un hombre de poder -  me dijo-  es una persona que  no cree en una única posibilidad de la existencia. Concibe su pasado como algo que puede contemplarse dentro de las múltiples realidades que pudieron existir.
Las maneras  de librarte de una energía extraña son varias  y así  te lo he venido enseñando  en todo este tiempo  -me confesó. Si la persona afectada no era consciente de lo que  hacía es fácil, al darse cuenta de la realidad, deshacerse de un diablo. La única condición, y aquí no se admiten acuerdos, es que  se reniegue de él. La cosa no es tan fácil- manifestó  con semblante preocupado. Los diablos  son muy astutos  y se las ingeniaran  para  buscar la confirmación   de su víctima,  y   de eso quiero platicarte.
Cada vez me encontraba mas cagado por aquello que  me explicaba. Haciendo un esfuerzo, para aparentar que aquello no me afectaba,  no dije nada y seguí escuchándole con atención.
La víctima   puede toparse con un hombre de poder  como le ocurriese a Doña Leonor- manifestó con rotundidad.  Un hombre de poder no se rige por las normas elementales de la razón y por tanto jamás   plantea nada;  de tal manera que sus aprendices puedan  seguir un hilo más o menos coherente  y lineal.
 Un hombre de poder no te da las cosas hechas, no trabaja por ti, ni mucho menos te va a ir diciendo lo que tienes que hacer para solucionar tus problemas. Ese es el pensamiento lineal  o pensamiento de reloj “tic-tac”  que decimos los brujos. Pero  tal actitud  no sirve en la brujería; por el contrario el  hombre de poder   cuando sepa que su aprendiz  se encuentra en ese pensamiento  del “tic-tac” le someterá a pruebas  y le confundirá la razón. El momento de la confusión de la razón no significa dechavetearse ¡todo lo contrario! Es el momento brujo de la libertad. Otra chispa mágica de eternidad    porque el  estudiante  renunciará a sí mismo  y  admitirá que su esfuerzo no es completo. Cuando hablo de confundir la razón me refiero  a renunciar a la razón lineal,   y cuando se renuncia a ella surge   la razón despojada de los condicionantes, creencias y manipulaciones externas, vengan de donde vengan. Cuando se confunde la razón surge el pensamiento brujo, el pensamiento del anhelo de la libertad; y ese pasa  por renunciar  a lo establecido. Dicha maniobra  se ejecuta con sobriedad  para  convertirse en un ser excepcional, diferente al “ser social” de todos los días  ¿Cómo si no puede pensarse en dar el salto?
Mis ojos se humedecieron  porque  por fin entendía lo que parecía absurdo. Supe  entonces calibrar, desde la perspectiva bruja, lo que significaba “el intento del quiebro”   que no se trata más que de  quebrar lo establecido para no confirmar nada. La confirmación  sólo puede llegar desde una mente lineal, rígida  y de “tic-tac”. ¡Eso busca el diablo en sus víctimas! 
Repuesto de mi recién lograda  “razón confundida” quise  seguir la estela de Doña Leonor   que mi benefactor había  dejado iniciada.  Como leyendo mi pensamiento prosiguió con el relato:   Doña Leonor topó con un hombre de poder,  del cual poco importa  su nombre,  aunque para ser sincero tampoco  lo recordaría  demasiado. El hombre la educó en el arte de entender el pasado  como una posibilidad y sobre todo en el hecho de romper la razón. Para ello bien sabes  que un brujo jamás da nada por sentado. Doña Leonor, en su intento por ser bruja,  le había lamido el culo al diablo pero su benefactor,  gran conocedor de la brujería de la oscuridad le ofreció la posibilidad de liberarse  de aquello. Su benefactor  conocía los “tres actos de poder”  que anulan cualquier tipo de posesión en estos casos: “no haber sido consciente del hecho”    “considerar lo pasado desde una de las  posibilidades  de la existencia”  y “no confirmar nada”. A eso lo llamaban los antiguos videntes  el “intento del desapego”.
Para consolar  a su estudiante y ofrecerle la posibilidad de liberarse para siempre de aquello le indujo a la duda, manifestándole  que quizá no le hubiese metido la lengua en el ojete al diablo. A fin de cuentas  habían transcurrido muchos años y podía haber permanecido confundida. Doña Leonor no se acogió a ninguno de los  “actos de poder”  y por el contrario   ofreció al diablo la confirmación. ¿Qué hizo pues? Pregunté   ya muy  confundido y lleno de expectación.
Mi benefactor   me  desveló que  Doña Leonor  había permanecido obstinada en  el acto de que le  metió la lengua en el ojete.  Cuanto más se esforzaba su benefactor,  más se enfurecía ella y más se reafirmaba en el aserto, sin darse cuenta  de que estaba entregándole al diablo  aquello que   siempre había buscado: la confirmación.
Entonces, pregunté a mi benefactor,  Doña Leonor  tenía que haber respondido: no fui consciente de aquello, no tengo seguridad de haber metido mi lengua allí y quizá no lo hice; pudo ser  una posibilidad  de la existencia  y por tanto no real. Así es   - respondió con alegría mi benefactor.  Lo único importante  es el momento presente  y Doña Leonor   en su presente confirmó; sin duda por quererse dar más importancia y por no reconocer que se había equivocado.
Ambos quedamos pensativos. Yo, sin duda,  maravillado por todo ese torrente de sabiduría que llegaba desde la “desrazón” y que  había empezado por una plática sobre las piedras   la energía y las cagadas.
¿Qué ocurrió  con Doña Leonor? – pregunté.  Mi benefactor   me dijo que  todavía no había dado el salto  y que quizá   podría  dar un último giro a su descalabro. Sólo tendría que aprender y asimilar en su vida “los tres actos de poder”  para poder convencer al águila de que puede pasar. ¡Sólo depende  de ella!
¡Mira! me dijo señalándome   una luz muy potente que aparecía en el horizonte. ¡Allí se me paró el mundo! Cuando me volví para  agradecerle sus enseñanzas  había desaparecido,  pero supe que  dentro de mi corazón comenzaba a anidar  la semilla de la libertad.